INGLATERRA, SIGLO XVI. Tachachán. La recreación de la época, casposilla. Los personajes llevan el peinado actual, en plan Robin Hood.
Los yanquis de la cadena Showtime no les importa mucho eso.
Es la Inglaterra que lucha por ser una gran potencia entre los Áustrias imperiales y los Borbones franceses, con sus alianzas cambiantes, sus guerras civiles, sus intrigas y sus miserias a tutti pleni.
Las ropas y decorados correctos, pero lo mejor son los guiones que son puro culebrón histórico e histérico desorejado (a todo el mundo le gustaría ser tan cabroncete, déjate ir, como estos tipos), la interpretación y el tempo de los capítulos.
El retrato del alma humana, ese lobo enfermizo que busca la felicidad, capaz de lo mejor y lo peor.
Los capítulos te los meriendas de 2 en 2, oyes, que estos de La 1 lo saben (ya se vieron en el Plus) y te los enchufan. Ay, como gustan estas luchas de poder y este retrato ácido de las familias nobles que se mataban, y follaban entre ellas, para ser el más poderoso de los England Rulles. Aquí no vale la religión, las ideas y esas cosicas bonicas. Lo que cuenta son los madaveríes, cortar la cabeza al rival y a la esposa, el sexo duro y dominar el cotarro.
No me hagan mucho caso pero a Enrique VIII, este Jonathan Rhys Meiers (que bueno su cardenal privado, Sam Neill), que imaginamos como un tio panzudo, cabezón y montaraz en la vida real, y no como un semicerilla guapete, será capaz de crear una nueva religión y toa la pesca pa mandar más todavía.
Tiran más 2 tetas que ser el adalid del cristianismo, pero ya digo, no me hagan mucho caso, Que la HISTORIA SIEMPRE NOS SORPRENDE.
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