EL CATÓDICO ha visto maravillas más allá de las 625 líneas.
A Orzowei pasearse en taparrabos por la Sabana africana, el pecho volador de Sabrina, los bocatas gigantes del Piraña (un trauma infantil: ¡Chanquete ha muerto! y las lagartas de pechos prietos de V.
Ha sido testigo del reinado matutino de la Campos, la Quintana y lo que vendrá.
Ha visto a Belén Esteban de icono descerebrado de la modernidad, y la conversión de la información en un relleno del espectáculo, más allá de las torres gemelas en llamas de Nueva York. Todos esos momentos se pierden entre una sonrisa viperina de Jorge Javier Vázquez y un chiste a destiempo de Matías Prats.
HOY ES UN BUEN DÍA PARA VER LA TELEVISIÓN.

domingo, 12 de diciembre de 2010

LA NORIA. TELECINCO

Imagen: © Público
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CULEBRONES DESOREJAOS

EL DOCTOR EN LEYES Rodríguez Menéndez, un abogado madrileño en busca y captura que se reclama refugiado político, fugado en la Argentina (¿no tiene la Argentina tratado de extradición con España, ein, pa trincarlo en medio de la conexión satélite que da más audiencia?), y protagonista de escándalos sonados y polémicas varias, ha pasado por los platós del Sálvame y ahora por los caballitos de La noria, desempolvando viejos fantasmas, haciendo caja, y protagonizando grandes momentos de las vísceras televisivas más sangrantes.

Contra él, una retahíla de colaboradores, pasavolantes y eventuales de las productoras de Telecinco, han despotricao de lo lindo. Y más. Se nos ha dice en este culebrón por capítulos, largo, largo, que esparce insultos y mala energía a partes iguales, que el señor Menéndez da mucho miedito. Acongojada por las trifulcas, la colaboradora Mila Ximénez parece anunciar que deja la tele. Toda una pérdida.
Luego, suponemos, podrá cobrar una exclusiva por volver y asín. Y viceversa. Resumiendo: en los programas nos dicen que este hombre es más peligroso que Hitler, Pol Pot y Darth Vader juntos.

Hemos visto a la que podía haber sido la posible nuera del lego Menéndez, acusándole de ordenar una paliza exprés para ella y su hijo. Casi ná.
Hay acusaciones cruzadas de corrupción, prostitución y otras cosas que acaban en ón; batallas verbales a tutti pleni y veremos si por el juzgado, que nos cartografían hasta que punto llegamos los humanos catódicos para participar del pastel de la tele. Y damos audiencias viendo temas tan edificantes.
En medio del panorama, Jordi González ha reivindicado a grito pelao que su público aplaude cuando le place, no cuando el señor del cartelito del programa se lo indica.¡Uf, Jordi, nos quedamos más tranquilos! El público en vivo de la cadena tiene LIBERTAD DE EXPRESIÓN.

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