
Imagen: Cuatro, © P. Menéndez
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JÓVENES INFIERNOS PERSONALES
YA NOS HUBIERA gustado a nosotros, en nuestra época hormonal con tanta tontería, tener un hermano mayor como Pedro García Aguado, un señor que de buenas a primeras, te explica que estuvo drogaíto perdido, y con las glorias de la Medalla de Oro de water-polo en Barcelona 92, pasó un infierno personal que ríete tu del de Dante.
Recuerden la trágica muerte del portero Jesús Rollán, también caído en ese averno particular.
Y claro, la confesión te cambia tu conducta púber, egoísta y rebelde, para hacerte mayor de golpe.
Por esta capacidad, García Aguado, metido en vereda, es psicólogo y formador en valores de jóvenes descarriados.
Seguramente este drocu-reality es de lo mejorcito del género. Hemos visto chavales talluditos o enanos que rompían puertas para no rebanar los sesos a sus mayores, pero eso sí, les tenían menos respeto que algunos políticos a sus votantes. Vamos, que la casa era un campo de batalla día sí, día también.
No es que no exista relación padres-hijos, es que es un campo de minas.
El caso del viernes era un chaval galleguiño, buena gente, que conducía su BMW mejor que Steve McQueen en Le Mans, que se metía más rayas de coca en una noche de las que se imaginaba su buena mamá.
Una santa mujer que, sin decirle nada para no hacerle daño, vivía el dolor de ver cómo su hijo repetía el esquema que le había hecho perder a su marido, muerto por sobredosis años ha y del que el hijo no conocía su condición. El caso es que no sabemos el verdadero final terrible del padre de familia, hasta casi el final del programa. Esto sí es dosificar bien LA TRAMA.
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